El trabajo es una actividad consciente, intencional y utilitaria, para la creación de un bien o servicio predominantemente económico, susceptible de representar un valor ético, estético e intelectual, realizada por el hombre por medio de una energía física y mental. Es un hecho de naturaleza volitiva o intencional, porque’ si ello faltare constituiría solamente una serie de movimientos mecánicos, como en el caso del que una persona cogiera a otra de la mano y le obligara a efectuar ciertas operaciones, o la divagación voluble de imágenes e ideas. El trabajo en todos los casos es el resultado de una voluntad libre encarnada en una intención cierta. El condenado a trabajos forzados, aunque prima facie no lo parezca, en puridad está realizando su trabajo en forma libre, pues siempre le resta la opción a abstenerse recibiendo la condigna sanción. Por la intencional adherida al ‘fenómeno laboral el trabajador se anticipa en una representación mental el resultado que espera obtener por medio de la movilización inteligente de sus energías. Todo trabajo supone, de esta guisa, un elemento ideal que promueve la intención, «el resorte dinámico de la voluntad«. Ese elemento ideal es una forma o estructura, una especie de bosquejo o esbozo que contiene los movimientos o actos sucesivos que integran la tarea por realizar. Este esquema que es anticipación del trabajo propiamente dicho, actúa en la conciencia como un «motivo» de la correspondiente decisión volitiva . Motivo que puede ser ejemplificado con el plano confeccionado por un arquitecto con eI designio de construir una casa; ese plano corresponde al esquema anticipador de la intención en el trabajador.
El objetivo práctico y utilitario integra también por modo determinante, la esencia del trabajo. Compárese la caminata que realiza diariamente el repartidor de correos, y la que igualmente ejecuta un deportista para su entrenamiento con la expectativa de una competición. Lo que hace el atleta es deporte, juego, actividad de lujo, en tanto que el repartidor realiza propiamente un trabajo. Lo que en definitiva hace que una actividad sea o no un trabajo, es la intención y la finalidad, la expectativa de un resultado objetivo y subjetiva mente valioso. El trabajo siempre ha de ser teleológico, o sea, encaminad hacia un fin práctico para quien lo realiza o para terceros que le demandan. ·
ETIMOLOGIA Y VALORACION DEL TRABAJO
Según Corominas la palabra trabajar significó primitivamente «sufrir», «esforzarse», para luego evolucionar en su semántica hasta denotar laborar, obrar. Lamentablemente para mucha gente continúa siendo válida la acepción originaria del término; son los que detestan cordialmente todo lo que significa un esfuerzo constructivo y alentador los que fácilmente se vuelven contra la sociedad demandando supuestas reivindicaciones, para quienes el trabajo es sinónimo de esclavitud, tortura, injusticia humana y divina. Pero volvamos a la etimología. Deriva esta palabra del latín vulgar TRIPALIUM, que era una «especie» de cepo o instrumento de tortura; a su vez TRIPALIUM proviene de tres y palus, por los tres maderos cruzados en qué consistía dicho artefacto.
Este tinte sombrío y pesimista que se adscribe al trabajo es originario de la antigüedad y de la edad media, que consideraron al trabajo, como algo penoso, vil y degradante, incompatible con las altas calidades del hombre libre. De ahí que adquiriera estatuto de una necesidad protegida jurídicamente, la existencia de la esclavitud y otras formas inter medias como los siervos de la gleba, que reducían al hombre a la condición de cosa, bestia y mercancía.
El menosprecio o temor infundado al trabajo denuncia inmadurez psicológica y ceguera ante «los caminos abiertos hacia la dignificación del hombre por sus obras y sus esfuerzos. Lejos de ser esclavitud o servidumbre, el trabajo justo es positivamente instrumento de liberación y de afirmación individual y social. El trabajo, en ese sentido, abre las puertas al ocio productivo, su consecuencia inmediata, creador de la cultura y de las formas superiores de existencia, propiciador del descanso reparador y de las sanas expansiones del espíritu. Es energía liberada que apunta a la perfección de la criatura humana, señalándole las posibilidades de su autorrealización; por el trabajo el hombre se integra en el arquetipo ideal que responde al deber ser, al sublimar sus miserias en un hábito saludable y bienhechor.
¡Ay de las sociedades que subestima el valor y la dignidad del esfuerzo laboral; ello es preanuncio de decadencia y de frustración de su sino histórico.
El trabajo es escuela de sobriedad, de estoicismo, de equilibrio emocional, terapéutica que sustrae de las inclinaciones nihilistas y antisociales .
TRABAJO Y VIDA HUMANA
Las Sagradas Escrituras, en el Génesis, ponen en boca de Jehová el anatema con que fulmina a Adán por haber transgredido su ley: «Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida«. Esta conminación introduce en la existencia humana un ingrediente: esencialmente fatal: el trabajo, la actividad laboral, el esfuerzo por alcanzar el pan y los bienes gratos a la vida. Castigo o no, el trabajo es constitutivo del hombre y su vida misma es una cristalización de trabajos, integración de esfuerzos, tarea de autoformación.
Según Ortega y Gasset la vida auténtica no es la actividad biológica sino la que se plasma en «biografía», la existencia del yo dentro de su circunstancia. La vida es un avance hacia el futuro y una retrospección hacia lo pasado; la circunstancia se resuelve en un sistema de posibilidades y trabas al quehacer humano, que debe fatalmente contar con ellas. La vida es futuración, proyecto, no es una realidad estática, definitivamente constituida en su entidad, sino fluencia, un ir siendo, un llenar de contenidos el esquema vacío que es la vida en su pura posibilidad, un tránsito del ser a lo que debe ser a lo que se quiere ser. Y es libertad en su más plenaria motivación porque en cada momento que transcurre debemos decidir lo que hemos de hacer o no hacer, es decir, ejercitar nuestra libertad intrínseca y metafísica, por propia cuenta; la vida es siempre y en todos los casos, elección entre dos o más posibilidades que nos plantea la circunstancia, «nuestro» circunstancia.
Ahora bien; si la vida es Ia actualización de un proyecto, la explicitación de un programa vital, el reencuentro del hombre con lo que ha de ser y que se halla prefigurado en un esquema intencional y vocacional; ese proceso de autorrealización, de identificación entre lo que se pretende ser y lo que se alcanza a ser, ha de estar promovido por el esfuerzo intencionado y lúcido para arribar a la meta preconstituida. Y ese esfuerzo intencionado es el trabajo en todas sus formas; trabajo dirigido hacia el propio ser para su perfeccionamiento, y trabajo orientado hacia lo exterior para contribución al desenvolvimiento y auge de la sociedad. Un movimiento interno de instrucción y educación, y otro excéntrico proyectado a la colectividad de la que se forma parte. El trabajo viene a ser entonces el medio específico del despliegue de la vida h u mana, de la auténtica vida que le es propia.
Ya hemos visto que todo lo humano es cultural.
Para crear ese repertorio de valores que le pertenece en indubitable propiedad, el hombre va edificando con su inteligencia y su músculo esa singular estructura, con sus pilastras que denominamos Ciencia, Filosofía, Arte, Religión, lenguaje, Técnica; Estado, Derecho, Moral, Costumbres, mitos y leyendas. Estos engendros del espíritu humano (Hegel denomina a la cultura «espíritu objetivo») son obtenidos del empeño creador y formativo del hombre, quien viene a ser «espíritu subjetivo» la cultura es evidentemente, trasiego, vertedero, impronta del trabajo; es trabajo objetivado, trabajo retenido, trabajo perennizado en obras que responden a una ineludible necesidad, a un sistema invariable de funciones adheridas a la condición humana. El trabajo se sitúa entre el hombre y sus obras;es vehículo eficiente de su expresión. El animal es actividad; el hombre trabajo.
La vida es trascendencia, es decir, un ímpetu centrífugo incoercible por salirse de sí m isma y derramarse en el espacio exterior, en el mundo en torno; el traba jo viene a ser el primer grado de trascendencia del ser humano. Trasciende de su medio natural, que comparte con los animales, hacia el mundo, que es ya una categoría cultural. El hombre es capaz de descubrir sus potencias creadoras y sus limitaciones que restringen el marco de sus posibilidades, por medio del trabajo, que le señala el rumbo de su vocación; el trabajo acuña su propia autenticidad.
PSICOLOGIA DEL TRABAJO
Psicológicamente considerado el trabajo se define como «el desgaste de energía en una acción muscular o mental, y «la producción de resultados fisiológicos o psicológicos mediante la actividad muscular o psíquica’ . Viene a ser la movilización intencional y teleológica de la energía humana.
El trabajo hace su aparición en el mundo junto con el hombre; con el homo faber. La evolución mental y social de la criatura humana es paralela a la de los tipos de trabajo que emprende para adaptarse y readaptar su medio ambiente. A la hostilidad inmisericorde del medio, en el alborar de la civilización, el hombre primitivo responde con un repertorio simple de desplazamientos y movimientos con qué sortear las dificultades que le salen al paso; muy luego ,va descubriendo o inventando herramientas mas o menos rudimentarias con que se ayuda para dominar las fuerzas naturales con que debe contender. La inteligencia encuentra en las extremidades superiores e inferiores, sus órganos de defensa y ofensa y de adaptación. En realidad todos los sentidos tienen como función primaria el descubrimiento de los peligros y asechanzas, y la determinación de la manera de conjurarlos. En este sentido, la herramienta no es otra cosa que la prolongación mecánica y funcional de las extremidades superiores. El desarrollo mental del «homo sapiens» es correlativo al de su destreza manual, y ésta va acompañada de la aparición de herramientas, instrumentos, aparatos y trabajos, cada vez más complicados y adecuados a la función que se les asigna. Entre un garrote de madera tosca y un vehiculo espacial o un cerebro electrónico, la diferencia es meramente de grado, no de especie; ambos elementos obedecen a u n mismo impulso y necesidad. La técnica viene a ser la creación de objetos que sirven como medios idóneos para la realización de funciones útiles al desenvolvimiento del hombre y a su bienestar.
¿Por qué mecanismos psíquicos el hombre «descubre» la función específica del trabajo? Puesto en su hábitat primitivo, en su radical desamparo, las funciones fisiológicas, que son perentorias como el hambre y la sed; las reacciones sensoriales a los estímulos del ambiente físico como el frío, la lluvia, la nieve y la ventisca; al hacerse consientes como necesidades, exigencias, demandas impostergables, en forma de estímulos directos a los centros nerviosos corticales, suscitan una reacción mental encaminada a buscar en el contorno los medios para colmar esa carencia, por la propia actividad y por el procedimiento elemental del ensayo y el error, hasta conseguir sus objetivos con un mínimo de error merced a lo memoria asociativa y fijativa cristalizada en experiencia El mecanismo psicológico del trabajo es pues éste: estímulo del ambiente que se registra en los centros corticales y vuelto consciente; reacción mental en dirección a la solución del problema; y, realización de actos o movimientos capaces de satisfacer la necesidad.
Las necesidades van surgiendo unas de otras como las olas del mar, ya que prácticamente la apetencia humana carece de límites; y correlativamente surgen los medios adecuados a satisfacerlas. El hombre con respecto a las necesidades es como si al ir andando, al propio tiempo fuese fabricando el camino por donde transita.
FILOSOFIA DEL TRABAJO
El trabajo es siempre aplicación inteligente de energias; no hay trabajo por generación. espontánea y que no responda a un objetivo previsto. En el campo de la lógica, el trabajo es un caso especial de aplicación del principio de la razón suficiente, el cual se define como la necesidad a que están sujetos los actos humanos, de responder a una intención, necesidad, conveniencia, inclinación, que los promuevan, es decir, que medie entre la decisión y la realización del acto laboral, uno razón que dé cuenta de él.
El trabajo, al ejercitarse en el contorno natural del hombre, lo modifica «impregnando de humanidad la naturaleza«, como dice Jules Vuillemin. Al ser un signo de la libertad, afirma nuestro poder respecto de nuestra circunstancia, como una respuesta consciente a las solicitaciones de nuestro ambiente físico y social.
El trabajo expresa uno ambivalencia esencial que a su vez refleja el sentido paradójico y conflictivo de la vida humana: el trabajo emerge de una necesidad percibida, lo cual significa que nos esclaviza a nuestro medio, por lo cual ofrece una arista penosa que tiende a hacernos padecer; pero como el trabajo puede dentro de ciertos límites, transformar o modificar el medio, y por ello afirmar nuestro poder y autonomía, libera un sentimiento de gozo provocado por la conciencia de la superación de la naturaleza. Es pues, un sufrimiento gozoso, con prevalencia final de la satisfacción. El trabajo torna visible la pendulacion dialéctica entre el hombre y su contorno, al que convierte en mundo, circunstancia o ambiente cultural.
Expresa el mismo Vuillemin que “el trabajo es el acto ontológico que constituye el mundo». Es esta una verdad de bulto; en efecto, sin el trabajo del hombre la naturaleza no es más que un conjunto amorfo e inarticulado de cuerpos y movimientos; es la ‘inteligencia’ por medio de su trabajo especifico, la que pone orden y articulación en ese totum revulutum, según preceptúa Manuel Kant, por medio de las formas a priori de espacio y tiempo, y de las categorías del entendimiento. Es así como esa totalidad se integra en un mundo, en cosmos, en unidad racionalmente captada y expresable. El trabajo es el signo triunfante de la portentosa fecundidad del hombre. En tanto que el esfuerzo animal se pierde en una repetición infinita y sin matices, la tensión humana fabrica su propio mundo, al cual aplica su propia ley. Por el trabajo el hombre se constituye en ser histórico, porque la historia es el registro del cambio, de la creatividad; del avance y evolución de su protagonista. La variabilidad es el ámbito de la historia.
DIGNIDAD ETICA DEL TRABAJO
Ya se dijo: el trabajo es en si mismo un valor moral, y quien lo realiza es el hombre en su condición de persona. “La personalidad en el hombre, consigna el mismo Hartmann, consiste en que éste constituye el punto de inserción del «deber ser» en el mundo de la realidad. El hombre es constructor reformador y configurador del ser». El trabajo del hombre se halla emplazado entre el ser (lo que es) y el deber ser. EI deber ser es la referencia ideal, el modelo al cual debe tender el esfuerzo laboral. Del talento y la habilidad técnica del trabajador depende que su obra sea una creación o una imitación; en ambos casos, toda vez que se refleje la mejor intención en su realización , es éticamente loable. 1
Tres son los grados del ser, como lo define Antonio Caso: la cosa, el individuo y l a persona. Sólo el hombre es persona, con valencia ética y socia l; él mismo afirma un valor. De donde se colige que tiene dignidad, o como dice Kant, es un fin en sí m ismo. No puede ser reducido a la condición de individuo, y menos de cosa, como en la esclavitud y otras instituciones restrictivas de la libertad. Y si su portador y generador tiene dignidad y constituye un fin en sí mismo, igualmente ha de acontecer respecto del trabajo. No es ni puede ser considerado como mercancía sujeta al pago a destajo, ni identificar al trabajador con una máquina cuya alimentación debe establecer el salario mínimo; finalmente no puede someterse al obrero a reproducir en sí mismo la conducta de un robot, automatizando sus movimientos más nimios, como pretende el taylorismo. Estas posturas que denigran el trabajo representa n un anti-humanismo retrógrado y recalcitrante.
DIMENSION JURIDICA DEL TRABAJO
El trabajo constituye un bien, un valor, un servicio, que redunda en beneficio de quien lo ejecuta, directa o indirectamente. Ese beneficio es directo cuando el resultado de la labor deriva hacia el mismo productor, cuál sería el caso de un zapatero que confecciona un calzado para uso propio o de su familia; es indirecto cuando el trabajo es realizado para satisfacer necesidades ajenas al productor, en cuyo caso tiene lugar lo que se da en llamar el enajenamiento o alienación del trabajo, que es típico de nuestro tiempo. Pero en ambos casos; el beneficiario es el realizador de la faena laboral, con la diferencia de que en el segundo caso, en vez de recibir el trabajo mismo como recompensa, recibe una contraprestación equivalente de parte de la persona física o jurídica receptora del trabajo.
La alienación del trabajo determina una relación esencial y fatal entre el trabajo mismo y su equivalente que ha de recibir el trabajador, denominado remuneración en su más amplio sentido, como hecho sociológico. En el diccionario de Sociología de Pratt y Fairchild se lo define en estos términos: Remuneración. Como concepto general sociológico, cuantía de bienes y servicios valiosos que una sociedad permite recibir a cualquiera de sus unidades constituyente en pago de su participación en el total proceso social. Por ejemplo: los salarios con la remuneración de los obreros, la renta la remuneración del propietario de tierras, el interés la remuneración del capital , los sueldos la remuneración de los gerentes y empleados y los beneficios la remuneración de los propietarios de empresas».
TRABAJO Y CONCEPCION DEL MUNDO
Toda metafísica supone una concepción del mundo o cosmovisión. Y es en esta actitud amplia y comprehensiva que adopta el filosofar donde nadie puede permanecer indiferente, porque se trata nada menos que de enjuiciar la realidad, formular una estimativa, adelantar una opinión sobre la realidad en que nos hallamos inmersos y de la cual dependemos en definitiva. Cada cual, conforme su experiencia, su cultura y su estructura mental y espiritual , al encarar la presencia de la totalidad del ser asume una posición que se resuelve en un juicio de valor, favorable o desfavorable según las íntimas motivaciones a que apela para fundar un criterio. Hay una concepción del mundo teñida de valoración religiosa, una visión artística o esteticista, y por último, la que se revela en el pensamiento estrictamente: filosófico. La concepción filosófica tiene su órgano fundamentador en el intelecto, la razón y la intuición. Se afirma en una postura teorética o cognoscitiva.
Partiendo de esta posición filosófica, la concepción del mundo se expresa en tres direcciones: el naturalismo o materialismo, que considera al mundo como una estructura causal -mecánica, y niega la autonomía del espíritu frente a la naturaleza; el idealismo objetivo, que adscribe a la realidad una constelación de valores y fines trascendentes y reconoce una revelación divina; y el idealismo de la libertad, que también reconoce un Dios que es alfa y omega de cuanto cae en el dominio de la percepción y pensamiento del ser humano.
Para un credo materialista el trabajo ha de ser una pieza más del grandioso y complicado engranaje de la realidad, promovido por puras fuerzas físicas, vitales y psíquicas, donde el espíritu, a lo sumo es una metáfora afortunada, simplemente una quimera o una hipóstasis voluntarista. Para las otras tendencias, el trabajo es una de las manifestaciones del espíritu creador del hombre, que da sentido y télesis a la conducta, que es expresión de libertad y a la vez un sendero abierto hacia esa libertad inmanente; que representa un valor personal, ético y social con un alto rango de dignidad y respetabilidad como atributo esencial mente humano y no como una fuente de energía que se descubre en el seno multiforme del universo.
Por último la concepción del mundo exige una definición sobre la validez absoluta de su objeto, en el sentido de considerarlo como un bien o como un mal, es decir, si es el reino del bien o del mal. Entonces surgen dos respuestas radicales en el dictamen de los filósofos y de hombres que a su manera se enrolan en una valoración positiva o negativa: el optimismo ontológico y el pesimismo. Aquel considera, con Leibnitz, que este mundo es bueno y el mejor de los mundos posibles; en tanto que éste, siguiendo a Schopenhauer y a Nietszche, atribuye en este nuestro habitáculo la condición de ser malo desde su raíz metafísica,
Consiguientemente, los unos encuentran en el trabajo una consistencia negativa, fuente de penurias y sufrimientos; los otros le asignan una función de salvación y afirmación personalista y espiritualista al quehacer humano, al empeño fecundo del homo faber. Sin faltar la opinión nihilista e indiferente, que ante la vida y sus arcanos, se escudan tras el escepticismo, el practicismo y el cinismo.
TRABAJO Y SOCIEDAD
Todo trabajo adopta una dirección individual o subjetiva y una orientación social u objetiva; aprovecha a quien lo rea l iza y de rechazo sirve también a los fines sociales de la persona. En cierto modo se puede considerar la sociedad como u a estructura dinamizada en el trabajo, un complejo de actividades que tienden a conservarla y aun fomentar su plenitud y perfeccionamiento.
Es el producto del trabajo y su administración justa y correcta la fuente de las posibilidades de que los componentes de la sociedad por encima o por debajo de un mínimo de bienestar, cultura y decoro. Este nivel que levanta la condición humana es perfectamente accesible dentro de u n sistema social fundado en la libertad y en la dignidad del trabajador. Lo determinante es que la sociedad se halle armónicamente integrada en sus factores humanos, que se dé a cada quien aquello que le corresponde, practicándose la justicia distributiva y conmutativa; que las normas instituidas, de contenido ético y jurídico, sean respetadas y evolucionen pari passu con las necesidades que se van creando al paso del tiempo y de la creciente complicación de las relaciones entre individuos y grupos; que el bien común sea el supremo valor a que apunten las directivas de gobiernos y demás controles sociales; y por encima de todo ello, que insurja una conciencia social dispuesta a dirimir las controversias de intereses o de ideas, en el podium de la razón, la tolerancia y el amor. Todo lo cual admite ser reducido a una escueta proposición: la humanización del hombre para el bien, la justicia y la libertad.
México D. F., noviembre de 1968.
Exposición realizada ante el Instituto Interamericano de estudios Sindicales.